martes, enero 25, 2005

Lluéveme

Dicen que después de la tormenta llega la calma y que siempre sale el sol...pero el sol para mí es el hastío, la monotonía, la intranquilidad del no saber qué ocurrirá después... Quería que lloviera sobre mí antes de escribir las torrenciales letras de la mañana, quería mostrar un rayo de repentina felicidad melancólica antes del dolor... pero así es la mente, desbocada.

Creo que necesitaba exorcizar primero mis demonios, llorar letras, derramar palabras rotas, antes de tratar de resconstruirme, antes de volver a pedirLE a gritos que me inunde, que llueva sobre mi, o que al menos me arrastre con su borrasca para permitirme olvidarlo, sepultarlo bajo el lodo de mis quehaceres cotidianos, bajo los escombros de eso que pudo ser y no fue...bah fue por muchos meses con sus días, los días en que lo añoraba, muchos meses con sus noches, las pocas noches en que fui parte de su carne.

Lluéveme hoy, dame a beber de la ambrosía que brota del sitio donde te haces hombre, marca éste, tu territorio, con el desecho de tu comida diaria, pero desaparece antes de que pueda recordar que estas marcas blancuzcas son producto de tu simiente.

Llúeveme ahora, allí de pie, mientras me miras con deseo y disfrutas de sentir que te has zambullido en mi garganta, mas despiértame antes de que recuerde las cinco letras que le dan sonido a tu nombre.

Lluéveme ahora y mánchame la piel con esa tinta indeleble de tu ardor viril. Gracias a Dios careces de olor, y al despegarte de mi no quedará ningún rescoldo de tu fragancia en mi cuerpo, sólo esa sensación estúpida de querer más y más sexo, de no despegarme más de tí.

Lluéveme despacio, despacio gota a gota, deja que cada pulsación vaya acorde con mis latidos, que cada gota de sudor se confunda con tu rocío...aumenta un poco tu lluvia, no detengas tu caudal, y justo ahora, ya, ya, ahora, hazme sentir que estoy perdido en tu tormenta, que asido a tu espalda y mordiendo tu hombro, mientras tu nube embravecida corona mi firmamento oscuro, puedo hallar otro camino.

Y lloviste, lloviste en mi por última vez aquella madrugada...mas nunca entendiste que quería ver tu cascada fértil desde mi regazo, que quería que regaras los infinitos bosques de mi pecho cada mañana, que quería que llovieras en mí sin tener que rogarle a tus ojos de trueno.

y ahora me pregunto... qué áridos desiertos regarás esta noche????

3 Comentarios:

A la/s 12:44 p. m., Blogger Ana_Begins dijo...

Ya te dije, escribís tan bonito que da miedo comentar, da miedo poner palabras insulsas sobre sentimientos tan reales, da miedo no poder sentir lo mismo, no poder liberar las propias ganas y los propios temores de una forma tan hermosa...

 
A la/s 3:04 p. m., Blogger l'enfant dijo...

Densidad, esa es la palabra... mas no aquella densidad del agua turbia en la que te rehusas a zambullirte, sino la densidad de la mirada que nunca terminas de descifrar.

 
A la/s 10:53 a. m., Blogger Monchis dijo...

Hola Elías,

Apenas conociemdo... me encanta tu estilo.

Felicitaciones

 

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