miércoles, enero 26, 2005

Sudoración libidinosa

Cinco centímetros más de piel, dos onzas más de esfuerzo, una exhalación más, doce mil pulsaciones por segundo. He acabado, llegado al final de otra flexión de pecho, brotan gotitas de los poros del rostro, resbalan delgados hilillos por mi espalda, me inclino un poco, sin intentar ponerme en pie, y logran humedecer la tela blanca que me cubre desde del coxis hasta la entrepierna.

Desciendo una vez más, espero encontrar algo allí debajo, una hirviente tentación erguida para refrescar mis labios, un trozo de piel para lamer palmo a palmo, para beber sorbo a sorbo; un trofeo que me premie por el esfuerzo hecho, que haga saber a mis músculos que han sido recompensados, a mi lengua que no morirá de sed y a mi alma que no está sola.

Hace falta el peso de unas piernas anudadas a mi espalda, de unos brazos asidos a mis hombros, el roce de unas mejillas cubiertas del delicado vello que cubre los duraznos, una piel que se aferre a la mía, lubricada por el sudor que resbala por mi piel mientras se flexionan mis brazos una y otra vez, mientras me levanto un poco más y se corta mi respiración.

Hace falta algo, alguien, un huracán, una tormenta, una borrasca, que apague mi fuego, que lo humedezca alimentándose de mi sudor, de mi aliento. Una catarata que sofoque mi silencio, una caverna para iluminar con mi antorcha, para regar con mi esperma, para fustigar con mi látigo, para hacer vibrar con mi fuerza, para embestir con mis ansias, para hacer estallar cuando me quede un último aliento.

50 flexiones de pecho, unos cuantos mililitros de sudor regados por mi cuerpo, las hormonas a flor de piel, la líbido encendida, haciendo mi sexo hoguera, dilatando mi vientre, destellando mi garganta, humedeciendo mi lengua, bombardeando de deseos mi mente, cultivando mis ansias.

70 abdominales, el sudor empozado en mi ombligo, las feromonas dispersas por el aire, el deseo irguiendo mi sexo, apuñalando mis recuerdos, castigando mi orgullo, resecando mis labios, reventando mis neuronas, acelerando los latidos de mi corazón, martirizando mi alma.

No habrá más sudoraciones, más esfuerzos por esculpir con ejercicios mi cuerpo, más abdominales y flexiones que hagan vomitar mi libido, recordarme el deseo…juro flexionar mi pecho para asirme a un sexo, flexionar mis piernas para que su carne haga parte de la mía, y sólo ejercitar mis abdominales para enredarme con otra piel, para hacer alguna posición extraña, para permitirme llegar a los confines de sus entrañas, para lograr que su antorcha me enceguezca, o que mi saliva se apodere de su garganta mientras no sienta donde termina mi cuerpo.

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