miércoles, enero 26, 2005

Café con pimienta

No está de más admitir que no espero clemencia. Me parece prudente aclararle que me tiene sin cuidado lo que piense, lo que siente, lo que a su piel atrae, lo que mueve su corazón, lo que ansía su sexo. Quiero si anotar, que me he fijado que sus hermosos dedos carecen de argolla, que sus ojos aunque esquivos me observan de vez en cuando, que me he visto reflejado en su inmaculada sonrisa y que son una tentación sus labios.

Entonces, ¿podría regalarme usted una taza de café, que digo una taza, una bocanada de café, que se caliente en su boca, que llegue a mi por sus labios, que me permita saber a que sabe usted, qué tan almibarado es su aliento?… ¿podría además endulzarlo con su saliva, mezclarlo con su lengua y dármelo a beber lentamente, mientras me abraza, juguetea con su lengua entre mis dientes, me excita como cada mañana lo hace, mientras me saluda decentemente? Si así, así, reclinándose un poco.

Le permito además que deslice su brazo por mi espalda, que me haga cosquillitas en el paladar, que me inunde con su aire, que me aprisione con su duro pecho y me haga descubrir su olor, el que esconde el canela de su piel. Mi mano, curiosa, inquieta, se colará por su uniforme, mandará a volar los brillantes botones y descubrirá como se siente, así, así, cerca, muy cerca, como esos hilillos casi imperceptibles que cubren cada uno de sus poros acarician las yemas de mis dedos, como se erizan sus tetillas con mi roce, como se vuelve arpón su sexo, granada en pleno estallido, lanza en astillero, hasta obligarlo a asirse a mí, a rozarme con ímpetu, a pedirme lo que hasta hace dos segundos no habría pensado hacer.

Está bien, está bien, yo también le daré un sorbo, que dejaré que se derrame por su barbilla, para mordisquearla suavemente…no, no, no dejaré que le ensucié la ropa, yo seguiré atentamente los movimientos de esa gota, bajaré por su cuello sin concentrarme en su manzana, aunque sea excitante, lameré su pecho, que se ve mejor al descubierto que oculto tras el azul de su vestido diario, no dejaré que se empoce en su ombligo, procuraré que siga su curso, para descubrir qué pasa allí abajo, donde he visto que su pantalón toma deliciosas formas, y procuraré que el amargo del café y el dulce del azúcar se mezclen deliciosamente en mi boca con el agridulce picante que tiene su piel de canela allí, donde se torna color nuez, donde redescubro su virilidad, donde me hace llegar a la locura.

Sabe más rico el café acá, si, sí, este placer agridulce que siento, este estremecimiento en mi piel, esta sensación en mi lengua, estoy seguro que no se consigue en ningún otro envase, ¿quiere probar del mío?, no, no sé si sabe igual en mi espalda, y menos si me da esos pequeños mordiscos allí y trata de abrirse camino con su lengua… si, eso, a café con pimienta es que sabe, con un poco de hierbabuena si es en su ingle, de brandy cuando es en su boca, de amaretto si es en su pecho y de anís en la puerta de su vientre.

Pero sabe, ¿y si en vez de café, ahora, en este instante quisiera un té, de albaricoque, con trocitos de naranja, servido en su ombligo?...no importa, no importa, yo le ayudo a quitarse la ropa…acá, acá, sobre el tapete, con la puerta cerrada, antes de que los de seguridad enciendan sus cámaras.

2 Comentarios:

A la/s 5:42 a. m., Blogger hoffen dijo...

WWWAAAOOOO, está buenísimo tu post. No se, talvez soy muy cinéfila y siempre me imagino la escenografía y los actores de las historias que leo. Me imagino un elegante salón de color azul, un sujeto sirviendo el café, delgado, alto, con espesas cejas e inquietante mirada, con su uniforme azul oscuro impecable...

 
A la/s 12:17 p. m., Blogger Ana_Begins dijo...

ganas de sentir tantas ganas otra vez... de acordarme como se siente otra piel (esa piel)...

 

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