Me vendo por un capricho
Hay historias que nunca concluyen, como en el cine, cuando comienzan a aparecer las letras del final y uno se queda como sin saber qué fue lo que pasó con el personaje principal, si finalmente tomó la decisión que todos los espectadores esperábamos o por el contrario siguió un rumbo desconocido. Así, a veces en mi vida me la he pasado tratando de cerrar historias, de cerrar ciclos que siguen allí…si, es cierto pocas veces hago algo real por cerrarlos y ante su acechanza prefiero tenerlos allí como un as bajo la manga.
No sé si hoy la historia con Pbonito haya concluido de verdad. Y es que es curioso, parece como si los dos, al mismo tiempo nos hubiéramos propuesto cerrarla y yo, por lo menos no lo logro, ay gestos, palabras y cosas que logró contagiarme, formas especiales de llamar las cosas, canciones que suenan y suenan en el reproductor y que se asemejan a los nick que usa para llamarse en la ventanita titilante… uno días lo considero fútil y me declaro defraudado en extremo, como asistiendo al espectáculo de alguien para quien no has pagado boleto, y un día más me digo que si vuelve a mí he de abrazarlo y aceptarlo tal cual es…si, si soy masoquista, y acaso qué ser humano vulnerable y sólo no lo es…si, si cometí la idiotez de llamarle en la mitad de un concierto para dejar que el español le dijera con su voz melodiosa desde el escenario:
Si tú no vuelves
se secarán todos los mares
y esperaré sin ti
tapiado al fondo de algún recuerdo
Si tú no vuelves
mi voluntad se hará pequeña...
Me quedaré aquí
Junto a mi perro espiando horizontes
Y no, no dijo nada, guardó silencio, luego dijo un simple gracias y su silencio en la línea me obligó a colgarle…de nuevo mi corazón tembló ante su llamado nocturno de sábado, de nuevo quise decir mil cosas y atarlo a mi, mas callé, fui a reclamar su excusa, una cita de 5.000 pesos adeudados, donde sus ojos buscaron los míos, que huyeron para no decirle que era más hermoso que esa noche de luna, que adoraba el hecho de que preguntara por todos los míos, que anhelaba sus abrazos y sus rogados besos, que quisiera que allí, a dos pasos del portal de su dueño, me dijera que había decidido estar una vez más conmigo…mas nada pasó, nada le dije, fruncí el seño para no mostrarme vulnerable y abordé el primer busecito que vi en sentido contrario a su ruta, anhelando que, como en otras noches, llamara para decirme que me bajara de allí y fuera a buscarlo…y tampoco pasó.
Hoy ha admitido cosas, anhelos cohibidos de besarme, acariciarme, quererme, sonreírme, pero al mismo tiempo que su amor por su dueño es más grande que lo que pudo haber sentido por mí. Hoy me ha mostrado su confusión, me ha confundido. He intentado salir airoso de la contienda de las letras, de mostrarme fuerte…y me he vendido si, me he vendido por un capricho, no es más que eso…un capricho…no, no sé si a los caprichos también se les promete amor y futuro, pero a él se lo prometí…me vendí, me puse una vez más allí, en bandeja de plata, desnudé mi alma ante él, esperando lo que nunca pasará, su regreso a mi brazos…si me enloqueció su locura, me desorientó su juego, me golpearon sus mil caras y aun así acá sigo, esperando poder comprar ese capricho con la venta de mi baldía dignidad.
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