lunes, febrero 21, 2005

Aproximaciones a una alegría

Y empieza mi carrera, bajarme de un avión cuando justo cae el sol, mirar el reloj, pensar en qué podrá pasar cuando me encuentre justo en el portal de su aula, qué palabras son aquellas que se atraviesan por su mente y quiere expulsar por sus labios cuyo néctar ya he probado. Si, todo es un carrera en este día, tomo el primer taxi que veo frente al aeropuerto, ruego a Dios por llegar temprano y poder cumplir con todo el itinerario y le pido al conductor que sea lo más veloz posible en medio del tráfico de la ciudad.

Mientras el tiempo corre, mi corazón late a millón y mi mente recuerda fragmentos de nuestra última cita, pedazos de su sonrisa y restos de sus caricias, pienso que cuando empecé a escribir esta historia, mi historia, lo hice con el único fin de expulsar letra tras letra todo lo que me aferraba a EL, de borrar con mis escritos ese sexo que aun quedaba tatuado sobre mi piel, y sin embargo poco tiempo después apareció este PARCERITO BONITO a revolverlo todo, a hacerme sonreír, a montarme en la nube y lanzarme de ella, a hacerme correr para ir a verlo, y acá voy. Entonces, me digo, y si de pronto todo esto tiene un final trágico, y si me siento en el portal de su aula a esperarlo y mientras tanto este cielo gris que amenaza con ser negro estalla en marejadas de lluvia y mientras lo espero él no llega y me mojo eternamente, me da una pulmonía y en dos días muero. Sería un triste final para alguien? Tal vez simplemente sea otro final para esta historia, pero un final al fin y al cabo, un final certero, porque ahora no sé cuál otro podría ser el final.

Llego a su portal, toda la gente sale de clases, y es demasiado temprano aún para desesperarme, el reloj sigue corriendo y mi mente sigue pensando en miles de Y si, y si de repente no quiere verme y prefiere tomar un atajo para salir por otra puerta, y si de repente viene a verme con su dueño, para demostrarme una vez más que pese a su cercanía me es ajeno, y si su profesor decide que la clase debe ir hasta media noche, y si de repente esta tarde no asistió a clase, se fue a donde su dueño y tras unir sus pieles se quedó dormido y olvidó su cita. Duele, duele mucho esa posibilidad, mas es una posibilidad que existe, y qué siempre existirá, al menos mientras él siga siendo su dueño.

Justo cuando comienzo a pensar en las vicisitudes del amor, aparece allí, un poco más serio que de costumbre, hablando por su teléfono móvil. Me da un frío apretón de manos, sigue hablando con una de sus amigas, otra más que dice que quiere conocerme, pero que lastimosamente esta noche no podrá acompañarnos, sus ojos brillan, suelta el teléfono, hablamos de un par de cosas, un taxi nos lleva a nuestro destino, y mientras avanza el tiempo siento que no sé que siento, que no sé que siente, llega una niña con rostro de sol a acompañarnos en la ruta y entonces, mi PARCERITO BONITO decide que quiere tomarme fotos allí en el taxi, y parece que algo mágico lo hubiera poseído, se llena de energía, me enseña una y mil veces su sonrisa, se toma fotos conmigo, me toma fotos a mí, a su amiga conmigo, a los tres juntos. Pero la sesión no acaba allí. Sigue en el Teatro, en su puerta, frente al vendedor de dulces, cuando llega su otra amiga que sonríe, cuando llega mi amiga Hope con su amorcito, la misma Hope que me dice que a mi PARCERITO BONITO le brillan los ojitos cuando me ve, se le ve en los ojos lo que siente y que es tan así que por eso me abraza todo el tiempo.

Mientras los cuerpos danzan en el escenario, mi mano está buscando su mano en los asientos, quiero sentirlo, quiero tomarlo de la mano, pero tengo miedo y él tiene frío, busca un poco de calor con sus manos, le ofrezco mi bufanda, y justo cuando quiero entregársela acaricia mi nariz y es allí cuando tomo su mano, y aunque intenta soltarse, finalmente la deja allí, atada a la suya, sobre sus piernas, mientras suspira, mientras se acelera su pulso, mientras algo pasa allí dentro, tal vez lo mismo que lo motiva a abrazarme con fuerza en el ascensor que nos lleva a mi apartamento, lo mismo que lo pone a dudar entre darme un beso en los labios o en la mejilla en el mismo ascensor y frente a sus amigas.

Volvemos a casa, mamá lo abraza con cariño y luego, en secreto, me dice que le encanta su sonrisa, que no sabe qué tiene ese niño pero le parece formidable para mí. Tomamos galletitas con leche, vemos la tele, reímos de cualquier cosa, y luego en un pequeño pasillo que lleva a mi cuarto me pide acompañarlo, intento robarle un beso, en principio se torna esquivo y yo estoy temeroso de ser descubierto por unos cuantos visitantes a mi casa, mas ya nada importa, finalmente allí se abraza a mi y una vez más me ofrece el néctar de sus labios, la calidez de sus caricias por mi espalda, las mismas que me ofrece camino al busecito rojo que lo llevará a su casa, las mismas que se alejan cuando le digo que lo extraño los días en que no está a mi lado, las mismas que se convierten en un abrazo y un beso tibio en la mejilla antes de irse en esta noche, dejándome sin saber qué pasará mañana, qué sentirá mañana, si serán puñales o flores sus palabras, si será vida o muerte esta alegría.

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