Olvidando aromas, anhelando olores
No sé si será parte del comienzo del olvido, parte de dejar de sentir ese alguien rigiendo mi vida, o el hecho de que otra persona ocupe unos espacios de mi cerebro que antes sólo le dedicaba a EL, también puede ser la brisa que baja de la sierra y se confunde con la brisa que viene del mar para refrescar esta ciudad en la que me encuentro ahora, lo cierto es que acá he recordado cuál es el olor de EL…no, no estoy diciendo que eso que escribí hace unos días sea falso, igual me sostengo en el hecho de que su aroma no es un aroma natural, pero al menos ya tengo un olor para identificarle, y ese perfume que llegó a mi nariz hace un momento, justo cuando me encierro en la soledad del hotel, me hizo saber que era el de EL.
Es un olor almibarado, como un almizcle, una combinación entre miel y coco. Lo dije, no es un aroma natural, aunque salga por sus poros, debe ser el producto de horas y horas de aceites y emolientes cubriendo su piel bajo los rayos del sol para hacerle cambiar de color. Si, era un olor agradable, pegajoso, atrayente, como la miel atrae a los osos, y allí me había quedado yo, anclado, aferrado a ese olor… pero no ocurre ahora, acá, en este lugar, mientras sopla la brisa, pienso en que de tanto olerlo me dan nauseas, que ahora no quiero un olor a frutas y a costa, a trópico en medio del hielo sabanero. No, quiero un olor humano, que se riegue sobre mi cuerpo, que invada su ropa, un olor natural.
Tu, apuesto lobo con piel de oveja, tu que me llamas desde la lejanía aunque tengas dueño, me vas a dejar saber a qué huele tu piel?? Vas a hacerme olvidar para siempre otro aroma que ahora detesto?
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